OJALÁ SIEMPRE FUERA DOMINGO

Screen Shot 2020-06-17 at 11.04.27 AM

Malditos recuerdos. Los míos, los de todos. Los que no he pensado.
Me urge la inocencia de un niño viendo el partido al lado de su padre.
Me sobran tristezas en los recuerdos.

Entre la algarabía del estadio lleno zumban carcajadas burlonas que vienen del pasado.
Escondemos los miedos entre las porras y los cantos.
Hasta que México recupera el balón en su terreno. Surge un trazo largo, fino, como flecha a ras del pasto. A media cancha tocan de primera. Cruzan sin miedo la frontera del medio campo. Es uno contra uno. Sorprender a los alemanes en contragolpe es tan imposible, tan improbable como un desembarco en Normandía. El mexicano llega al área grande y los recuerdos me ahogan. Sorprende al mundo con un trazo a la izquierda en donde no hay nadie, hasta que dentro del área aparece Lozano. Cargo losas de penas en mi lomo, como el Pípila.

En lugar de desear que la meta, pido por que no la falle. Es la maldita costumbre. Mientras el corazón se me rompe en la garganta, Lozano quiebra a un defensa hacia adentro. No puedo ver más. Arránquenme los ojos. Me falta aire. El defensa queda atrás, Chucky Lozano está a metros de cambiar la historia, se acomoda, de seguro aparecerá un alemán, así son ellos. Así somos nosotros. Tira, Chucky. Tira por mí, por todos. Regrésanos la esperanza. El segundo defensa aparece tarde. Sale el tiro profano, duro, abajo y pegado al poste. El gigante portero alemán cae como el muro. ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! El balón inicia un trance con la red. Chucky corre y se besa la mano, es como si nos besara a todos. Grita por mí, como yo, por todos, como un grito de guerra.

Que el grito sea perpetuo. Que el tiempo pare aquí. Supongo que esto es la felicidad.
Ojalá siempre fuera domingo en Rusia.

Kato Gutiérrez, ® 2018

 

 

Foto: FIFA.com

VALOR

ARBOL-VALOR.jpeg

No creo que hayamos aprendido.
Cuando pase la tormenta, y la nueva realidad se nos aparezca,
volveremos a amar con desdén.
A respirar como dueños del destino.

No creo que la humanidad se vaya transformar.
Seguiremos luchando sólo por sobrevivir.
Nos rigen sentimientos primitivos.

Volverán las nubes grises. Las culpas y los reclamos.
Los cuellos rojos inflamados de tanto calumniar.
Los pechos cargados de odio.
Las miradas filosas.
Los rencores antiguos.
Volverá la lluvia ácida.
Vampiros reirán, y defecarán mientras vuelan.
Regresarán los polvos flotando en el cielo, los cerros violados.
Los pulmones adoloridos. Los corazones tristes.
Las almas ocupadas.

Las ratas caminarán por las banquetas con portafolios en sus hombros vendiendo esperanza empaquetada en pastillas.
Los miedos se quedarán como caries.
Abrazar será un acto heróico.
Amar será menospreciado.
Besar será una locura.
Pantallas gigantes mostrarán montañas infestadas de pinos de pixeles.

Locos venderán atardeceres, y yo aún estaré buscando todos lo que no te he regalado. Aún estaré juntando valor para mirarte a los ojos.

Kato Gutiérrez, ©2020

Ya no hay conchas en la playa

Screen Shot 2019-06-22 at 7.33.27 PM.png

Ya no hay conchas en la playa.
El agua de la alberca quema.
Al sol se le perdió la misericordia.
Las cremas bloqueadoras se evaporan, mienten.
El alcohol no falla. El sol tampoco.
Las estrellas se me perdieron, no las puedo ver.
Compra. Compra. Compra.
Dos por uno. Promoción. Hora feliz.
No te duermas. Un masaje que te anestesie.
Consumo mínimo.
Souvenirs. Si no lo subes a redes sociales no vale.
WiFi gratis en todos lados. Hiper conectados. Hiper hackeados.
Pendejos que no hacen fila.
Corrupción en la separación de camastros.
El cordón de un paracaídas se rompió, el gordo gritaba mientras se perdía en el horizonte.
El pendejo de siempre con el buscador de metales paseándolo sobre la arena.
Orina tibia en la alberca de niños y fría en la de los adultos.
Oigo pasos. Retumban en el techo, en las habitaciones de al lado, en mi cabeza.
Me arde el pecho.
Una elegante señora de setenta años en el bar de la alberca, con aretes, maquillaje y peinado de salón en busca de su amante latino. Apesta a dólares.
Una familia de chicanos con una grabadora escuchando rap.
Retas. Juegas. Vas. Y yo que solo quiero estar conmigo. ¡Conmigo! Quiero una isla desierta.
Corre a la hora de la cena. Corre que se vence el desayuno. Corre.
Llego a tiempo a la cita que tengo con el atardecer.
Quiero desaparecer a todos. Un imbécil se para frente a mí. Otros a un lado con una grabadora a todo volumen con una canción de Mana. Ajá, no mames. El agua del mar que no huele a sal, me moja los pies. Cómo extraño mis veranos, esos de antes, los que corrían lento, los que me iba de este mundo. Los que no me preocupaba casi nada. Los que no necesitaba Omeprazol para cenar, ni Rivotril para dormir. En los que perdonaba rápido. Cuando me vestía formal los domingos. Cuando una canción me hacía llorar y roces de manos me excitaban. La maldita inocencia que me llegaba en cada ola. Cuando le entendía al mar, a su rugido, a su olor. Ahora no nos entendemos.
Me duele el pecho.
Ya no hay conchas en la playa. Ya no huele a mar.

© Kato Gutiérrez 2019
Foto: Kato Gutiérrez.

El choque

sea-beach-vacation-couple.jpg

Hoy vi un choque. Una camioneta pick up pequeña me cerró, se metió sin ningún aviso. Frené. Ni alcancé a tocar el claxón. Siguió su ruta inclinada e invadió el siguiente carril. Una Suburban enorme, brillante y nueva, no frenó y chocaron de lado.

No pude evitarlo y sonreí. Por pendejo el de la pick up. Me ahorré una mentada de madre. Ahora quien maldecía era el conductor de la Suburban. Se bajó con la cara roja, caminaba con los brazos separados del cuerpo, como si trajera las axilas rosadas. ¿Qué te pasa, pendejo? Alcancé a leerle en sus labios. Movía sus brazos como diputado dando un discurso.Y sonreí más. El de la pick up decía: Ay, cabrón. Y yo pensaba que me había librado por algunos segundos.

Si me hubiera cambiado de carril antes, si me hubiera levantado a la primera, si no me hubiera lavado los dientes, si no hubiera puesto Spotify antes de salir, yo hubiera sido el de la Suburban. Yo hubiera sido él. Yo estaría diciendo: ¿Qué te pasa, pendejo? Con mi cara de dragón y mis cachetes rojos. Yo hubiera sido él.

Ahí estaban las dos camionetas blancas, tocándose, atoradas, de lado. Como si un imán las uniera. Los dos conductores maldecían. Yo sonreía. Me acordé como se ven mis piernas entre las tuyas. Volví a sonreír. Por pendejos los dos.

Kato Gutiérrez © 2018

Versión en vivo

pexels-photo-343469.jpeg

Hoy un Mini Copper que iba muy lento invadió mi carril. Alcancé a frenar de manera audaz. Ni siquiera pude usar el claxon. Al pasar a su lado la bella dama, con el celular en la mano, me mandó un saludo sarcástico acompañado de una sonrisa. Luego siguió texteando.

Hoy en el estacionamiento, en el lugar de al lado,se paró una gran camioneta de lujo. Se bajó un hombre que vestía un traje café claro, se veía elegante. Tiró al piso servilletas, papeles, y envolturas de algún alimento. Se fue caminando dignamente mientras masticaba con la boca abierta. Al dar cinco pasos cerró su camioneta con el control remoto, tres fuertes sonidos retumbaron. Varios pasos después, casi al llegar al elevador, mientras pasaba por unos botes de basura, accionó de nuevo su control, tres sonidos retumbaron de nuevo.

Hoy un lavacoches me ofreció lavar mi auto. Asegura que el Armor All que trae no es pirata.

Hoy, el semáforo se puso en rojo, el auto de al lado avanzó y se detuvo justo en el paso peatonal. Cruzaron la calle un joven y una señora con una niña en brazos. Tuvieron que pasar fuera del área designada y un camión por poco atropella a la señora. La conductora del auto ni se inmutó, estaba inmersa en una llamada telefónica a través de un altavoz y con las dos manos al volante.

Hoy escuché una versión en vivo de Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler, y me hizo recordar el pasado. Los ochenta. Mi yo de esos años. Mis sueños, mis ingenuidades, mi percepción del amor a los quince años.

Kato Gutiérrez @ 2018

Maldito enero

ID-100459386.jpg

Maldito enero.
Maldito invierno asoleado.Consternación falsa. Especialistas surgen por todos lados.
Lo peor es que pronto olvidaremos todo. La rutina anestesia.
Gracias al viento, que parecía de marzo o de Texas, por llevarse algo de la basura. Al menos volvieron las montañas.

Kato Gutiérrez © 2017
FB: Kato Gtz.
Instagram/Spotify: katogtz
@mrkato

Foto cortesía de: http://www.freedigitalphotos.net

Baila conmigo.

  ID-100250644

 

Con ese vestido rojo, era obvio que ibas convulsionar el lugar. Las miradas de todos, hombres y mujeres, se peleaban por llegar a ti primero.

Fantaseé con miles de canciones de los ochenta en donde varios nombres de mujeres volvían locos a los cantantes de rock, que a pesar de su rebelde cabellera larga, se animaban a cantar un rock romántico ¿Como te llamarás? ¿Por qué alguien tan bella llega sola a un bar como este?

¿Amanda? Hace años un amigo me dijo que era de seres inteligentes desconfiar de la belleza, sobre todo cuando ésta llega sola. ¿Por qué estás sola? Rompes el ambiente con tu ritmo, los meseros dejan de servir con tal de verte. Se improvisa una pasarela para admirarte. Ya siento que te necesito, siento que te extraño a pesar de que jamás hemos cruzado palabras. Me encantaría tener una excusa para poder iniciar una conversación contigo ahorita. Me encantaría, que esta noche, con tan poco alcohol en mí, tuviera el valor de acercarme a hablarte.

Ya vi las miradas de los barman, esperando ser elegidos, dispuestos a regalarte la bebida que sea, con tal de tener el privilegio de ver tu escote de frente por unos segundos solo para ellos. Todo el bar está dispuesto a regalarte mínimo una bebida, yo estoy dispuesto a regalarte mi noche. El problema es que el valor se me perdió hace unos meses. Lo dejé perdido en alguna firma de una liquidación. Lo dejé perdido en la rutina, en la pinche costumbre de hacer lo que tocaba hacer, a pesar de intentar hacer cosas diferentes, como estar una noche de martes aquí en este bar, a pesar de esto, siento que el valor se me fue, siento que mi ex patrón me ve todo el tiempo, que me ve de forma burlona, como si festejara mis fracasos cada vez que me acerco a una mujer.

Desde entonces no he logrado, ni siquiera un número de teléfono. Y hasta escucho las carcajadas mudas de mi ex patrón. Eso me ha llevado a ya no hablar con mujeres tan hermosas como tú. Ahora las elijo un poco menos afortunadas, digamos que algunas tallas más, pero aún así, sigo fallando, fallo como nunca. Y, he perdido la confianza de manera rotunda, como futbolista mexicano tirando un penal en una copa del mundo.

Pero esta noche llegas tu, y me recuerdas lo hermosa que puede ser una mujer. Me recordaste cuando siempre intentaba conocer a las mas hermosas, todo o nada, pero, ahh como nos cambia la vida, como nos cambian los cuarenta. Mas kilos, menos cabello, y el conformismo tocándome la puerta cada mañana. No mames, yo quiero conocer a alguien como tú.

No sé porque me preocupa saber tu nombre. Quizá es porque en la universidad siempre tenía éxito con mujeres que su nombre empezara con alguna vocal. Llegaba invitándoles una bebida, nunca dos, nunca cuatro, siempre número non, para poder tener éxito y que la historia terminara en alguna cama. Tenía que ser bella y que su nombre iniciara con vocal. Me dan ganas de mandar al mesero a preguntarte tu nombre, pero no imagino alguna forma más nefasta de iniciar una interacción. Me afectó trabajar tantos años en la empresa de seguros donde me tocaba calcular la posibilidad de siniestro de cada póliza, ahora cada decisión que tomo en mi vida, inconscientemente hago el cálculo de porcentaje de efectividad. Y pensar que hace muchos años me decían Superman.

Ojalá el alcohol me dé el valor que esta noche necesito para acerarme a ti. Que se me ocurra una frase diferente a la que los otro veinte pretendientes que se te van a acercar esta noche, algún piropo que te quite el habla por cuatro segundos, algo que te provoque verme por un momento sin preocupación, que la sangre se te vaya a los pies al ver el candor de mis ojos, que en ellos encontraras esperanza, encontraras la honestidad que nadie te ha podido dar porque se quedan mareados en tu espectacular cuerpo. Yo no me quiero quedar atorado en ese monumento, tu eres un templo más grande. Hasta me dejo llevar por mi lado romántico y alucino que tu espíritu es más hermoso que tu cuerpo, así de perfecta te creo en este momento, estás a cinco metros de mí, y siento que ya te conozco desde siempre, siento que tu voz me es familiar, siento tu aroma. Me llevas a un paraíso que creí que no existía, ya he visto como rechazas a dos valientes, y yo que no sé porque no me animo a hablarte. ¿Y si esta noche cambiaría mi vida? ¿Si tu voz cambiara mi universo? ¿Si tu sonrisa alterara mis miedos? Y desapareciera mi rutina, ¿si al tocarte no nos soltáramos? Que el llanto nos uniera. Ya me has dejado sordo, no escucho la música ochentera que el grupo toca desde la esquina, ¿y, qué si nos tocamos? ¿Y, qué si nos rozamos los hombros? ¿Y si nos miramos hasta entendernos? Ya retírate de la barra, una mujer como tú no debe de estar ahí. O eres la dueña del lugar, o tanta belleza no corresponde aquí, mucho menos sola.

Todo el lugar espera que te muevas, para ver tus caderas ladearse rítmicamente. Hay una mesa sola, justo a mi lado. ¿Y si al destino le gusta el martes, y te pone a mi lado? ¿Y si desde aquí tengo vista de lujo a tus piernas? Que el destino se equivoque esta noche, por favor, al cabo es martes, que te ponga a mi lado, que me haga el reto más fácil, que ver tus piernas tan cerca me llenen de valor. Una parte de mi me grita que me va ir bien, la otra parte de mi está mareada en ti, está ardiendo. El deseo me retrasa una década, no te puedo dejar ir. Cinco gueyes han pasado, no duran ni un segundo contigo, y yo que quiero toda la vida juntos. Si tan solo nuestros ojos conectaran. Una cerveza más y voy. Nadie de mis amigos me cree. Creen que estoy loco. Una cerveza más. A una cerveza de tus piernas. ¿Y si tu olor me noquea y me deja mudo? El grupo toca Las curvas de esa chica, ¿y si me copio las líneas de la canción para iniciar la conversación? No quiero que empieces a bailar, creo que no lo soportaré. O bailas conmigo, o no bailes. Estoy huyendo de mi. Y te tengo a tan sólo unos pasos de mí. Que su nombre inicie con vocal, por favor. Doy el primer paso, el segundo, solo me quedan tres pasos, y uno de mis amigos me grita: Jotoo. Cuando giré a defenderme me tropecé con un sillón, trastabillé y caí semi recostado justo en el sillón a tu lado. Lo único que pude hacer fue sonreír, y decir hola. Nunca había apostado tanto a una sonrisa mía, que te guste, por favor. ¿Así son tus amigos? Y me rompiste las pupilas con tu sonrisa. Tu brillo me dejó ciego. No te podía ver, te olía, te sentía, te quería tocar, pero brillabas como ninguna, tu brillo me cegaba, me faltaba esperanza para preguntar tu nombre, ¿Amanda? Que se llame Amanda, que se llame Amanda, por favor. ¿Y si nos conocemos a silencios? ¿Y si dejamos que el corazón mande? No me importa las horas que han pasado desde que literalmente caí a tu lado, pero espero que este lugar cierre mínimo a las tres de la mañana. Dos canciones y ya no me importa tu nombre, mi mano esta en tu muslo, y así me puedo quedar hasta que el sol nos sorprenda. Otros cuatro han incrementado la lista de rechazados. Y ahora mi otro brazo sobre tus hombros. ¿Y si cierran el lugar y nos quedamos nosotros? ¿Y si nos vamos a la montaña a contar estrellas? Me es muy difícil pensar en algún lugar mejor para estar contigo, que justo ahorita aquí. No me pares. No tengo el valor de proponer nada que implique el cambio de posición de mis brazos. Si acaso, que pare el tiempo. No quiero parar, el deseo me marea, tu boca, ya no es mucho pedir, tu boca. Me falta tu boca. Conectemos todos los sentidos antes de que nos empecemos a extrañar. Eterniza este momento con un beso, transpongamos con un roce. Bailemos. Que verte bailando frente a mi, con la mirada de todos sobre mi espalda haga aun más increíble y memorable esta noche, anímate, no me digas nada, ni siquiera me repitas tu nombre, bailemos con las miradas de todos encima, bailemos con el reto del placer revoloteándonos en el cráneo, bailemos con la ligereza de la edad, del desatino y la desesperanza, bailemos gozándonos, que aunque la música nos marque otro ritmo, nosotros solo sintamos una orquesta tocando una serenata para nosotros. Bailemos como antes, con respeto, con ilusión, con deseo, como siempre lo hemos hecho tu y yo.

Kato Gutiérrez  © 2014
@mrkato

Imagen cortesía de: http://www.freedigitalphotos.net