Eclipse total

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Nunca había manejado un auto que tuviera aire acondicionado. Moví la perilla a lo más fuerte y frío. ¡Volteen! ¡Mírenme! Era un Ford Cougar 92 color azul marino con interiores de tela y madera. Con ese carro le saldaron una deuda a mi padre, solo estaría en casa unas semanas. Olía a tabaco y quizá no era tan deportivo, ni tan rápido. Lo que lo hacía espectacular era que tenía reproductor de discos compactos, lo último en tecnología en ese bendito mil novecientos noventa y dos.

Yo voy por mis hermanos. Yo te hago ese mandado. Yo voy a dejarle el arroz a la abuela. Yo manejo. Yo voy a la tienda. Yo. Yo. Yo. No quería bajarme de la nave y dejar de sentir la adrenalina de ese sonido tan potente y tan claro como nunca, mientras sonaba el disco de Bonnie Tyler, Faster than the speed of night. Baladas perfectas y ritmos acelerados. Rock o Pop ochentero diagonal noventero, lo que sea, no te me pongas estricto en cuanto a géneros musicales. Varias amigas nuevas me surgieron en esos días de eclipses totales de corazón. Lástima que no me dejaron entrar el único auto cinema de la ciudad. ¡Lárguese pinche huerco calenturiento! ¡Qué te pasa pendejo, si tengo dieciocho! Mientras mi voz se ahogaba en un fango de miedo y coraje y mi amiga se deslizaba hacia abajo en el asiento del copiloto.

No vendas el carro, jefe. Lo tengo que vender para recuperar el dinero que me debían esos cabrones. Pero es que está muy bonito el Cougar, papá. Está mucho mejor que la Caribe. No me importa, con el carro no puedo pagar los sueldos de los trabajadores, necesito cash, no un carro bonito. Es que papá, ese carro me ha dado muchas alegrías. Me ha ayudado a ser alguien más seguro. He conocido mucha gente y además es increíble poder reproducir un disco compacto, las bocinas suenan como si fueran veinte. Cuando trabajes te compras uno igual. Carro es carro. Da gracias que tienes la Caribe.

¿Qué te pasa, naco? Alucinas que yo me voy a subir a una Caribe, me gritó mi amiga al llegar a la banqueta. ¿Por qué no? ¿A poco eres tan fresa? Además no está tan fregada, trae radio FM y le funcionan bien las cuatro bocinas. A ti es el que no te funciona el cerebro pensando que una mujer como yo, se va a subir un auto de esos. ¡Piensa idiota! ¡Lo analizaría si al menos trajera casetera! No soporto a los locutores del radio. Adiós, naco.

Sólo me queda el disco de Bonnie Tyler guardado en su caja de plástico. Ya no tengo donde reproducirlo. No puedo dejar de recordar cuantas caderas toqué cuando las baladas de ese disco sonaban en el Cougar. Gracias, Bonnie, te debo una. Bueno, varias.

 

Kato Gutiérrez
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