QUE NADA FUERA COMO ANTES

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Siempre nos falta algo.
Ojalá el virus se quitara si sembráramos árboles.
Que dependiera de nosotros, no de una vacuna.
Que la bondad fuera el juez.
Que hubiera un rating de compasión.
Que la vacuna sea el amor.
Que no existan patentes, fronteras, ni pinches límites para gritar lo que quiera, lo que arde, lo que mueve. Lo que conecta.
Que pueda sentir lo que sea cuando sea.
Una fogata de pasaportes.
No hay miedos.
No hay máscaras.
Que se agoten los llantos.
Que se regale compasión con entrega a domicilio.
Si tose no importa.
Si se talla los mocos con la mano que te saluda, no importa.
Nada importa, ni el encierro, ni el desacato.
Que lo único que se transmitiera fueran miradas provocadoras.
Que nada fuera como antes.
Que dependiera del amor.

Kato Gutiérrez @2020

VALOR

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No creo que hayamos aprendido.
Cuando pase la tormenta, y la nueva realidad se nos aparezca,
volveremos a amar con desdén.
A respirar como dueños del destino.

No creo que la humanidad se vaya transformar.
Seguiremos luchando sólo por sobrevivir.
Nos rigen sentimientos primitivos.

Volverán las nubes grises. Las culpas y los reclamos.
Los cuellos rojos inflamados de tanto calumniar.
Los pechos cargados de odio.
Las miradas filosas.
Los rencores antiguos.
Volverá la lluvia ácida.
Vampiros reirán, y defecarán mientras vuelan.
Regresarán los polvos flotando en el cielo, los cerros violados.
Los pulmones adoloridos. Los corazones tristes.
Las almas ocupadas.

Las ratas caminarán por las banquetas con portafolios en sus hombros vendiendo esperanza empaquetada en pastillas.
Los miedos se quedarán como caries.
Abrazar será un acto heróico.
Amar será menospreciado.
Besar será una locura.
Pantallas gigantes mostrarán montañas infestadas de pinos de pixeles.

Locos venderán atardeceres, y yo aún estaré buscando todos lo que no te he regalado. Aún estaré juntando valor para mirarte a los ojos.

Kato Gutiérrez, ©2020

NO ME VAS A CREER

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No me vas a creer que a veces grito en silencio.
Que ya me cansé de escupir a las paredes, de mirar con temor.
Dicen que estamos en sincronía, pero es sólo el miedo a morir que nos engaña,
o nos seduce. Leí que lo que arde es el luto colectivo.
Mis manos raspan y se adelgazan.
Los moteles vacíos. Los dílers con tapabocas y guantes.
Toca y vete. Toma y lleva.
El precio de la gasolina baja, y el de la cerveza sube.
Mercado negro de toallas con cloro.
No me lo vas a creer que veces, sólo a veces, nos ponemos de acuerdo. Bien decía mi abuelo que el miedo es carancho.
Las leyes se resquebrajan. Los gobiernos dan ruedas de prensa que parecen sketches mediocres de los setentas. Payasos dan noticias en la tele. Nos regalan el miedo envueltos en dulces de chocolate. Chupaletas con cocaína.
Ponemos doble llave, candados y cadenas. Recuerdo al Caballo de Troya y a Saramago.
No me lo vas a creer que un virus nos controló. Nos alejó. Nos unió.
Corrieron por papel del baño, por agua, por alcohol para tomar y para las manos.
Nos dicen que pensemos en los demás, pero no sabemos hacerlo.
Te juro que escucho carcajadas. Las playas vacías, como antes, como nunca, como el inicio. Te juro que odio los domingos. Que nos dejó de importar la contaminación y el tráfico. Que estaríamos dementes sin internet. El miedo es lo único que nos une. No, no era el fútbol, ni la Coca Cola, ni las fronteras. No era el amor, ni el sexo. Changos sonríen en las selvas. Elefantes fornican despreocupados.
Las cerveceras hacen gel. Las fábricas hacen gel. Los fabricantes de condones, pastillas, refrescos y alimentos hacen gel. Las plantas de autos hacen ventiladores. Tutoriales de fabricación de bombas molotov, bombas nucleares y de ventiladores en YouTube. También hay cartas de amor.
Extraño las noches con velas. Maldito Sabina vidente, ya nos robaron al mes de abril a todos. No ha sucedido pero ya nos lo quitaron. Como tus besos. Como tú aroma. Ahora puedo ver las estrellas y no me importa. Extraño como olían los sábados. Ahora todos los días huelen igual.
Te lo juro que ahora todo se parece.
Kato Gutiérrez, ®2020

ROCKSTAR EN FIL GDL 2019

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Está será mi séptima vista a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la cual es la más importante en Iberoamérica y segunda a nivel mundial, pero no todo empezó así:
Mi primera asistencia fue en 2013, en donde solo conseguí dos citas, una con CONARTE y otra con alguna dependencia federal del la cual ni recuerdo el nombre, «Ya no publicamos novela» «Te di la cita porque es obligatorio recibir a todos» «Que te publiquen es un accidente».
2014: No fui. «¿Para qué voy, si nadie me quiere dar ni una cita?»
2015: Dispuesto a captar la atención de los pocos editores que me habían dado cita, fabriqué unas cajas especiales en las cuales entregaba mis manuscritos. Fue un fracaso, pocos la quisieron recibir. «Sólo electrónico» «Mándamela a México» «Había que hacer cita» «Sólo publicamos no ficción» «Nunca te voy a olvidar cargando cajas en los dos brazos y jalando una maleta con más cajas» «Es obra no solicitada». Terminé con cajas, , marcas en mis brazos, triste y decepcionado a tal grado que adelanté mi regreso. Antes de salir al aeropuerto, Sofía Segovia me presentó a Paulina Vieitez de Charlas con Café del Círculo Sanborns, quien entre sonrisas me dijo: «Voy a leer Cuatro segundos».
Marzo del 2016: Cuatro segundos entra en todos los Sanborns de México.
Mayo del 2016: Círculo Sanborns me invita a entrevista a Charlas con Café en Plaza Carso, Ciudad de México.
2016: Círculo Sanborns me invita por primera vez a entrevista en sus Charlas con Café en la FIL GDL con Paulina Vieitez para hablar de Cuatro segundos. En esa entrevista  la nombra «Novela Favorita del Círculo Sanborns en el 2016».
Desde entonces Charlas con Café de Círculo Sanborns me ha invitado a cada FIL GDL.
Este año lo han hecho una vez más, y aún no lo creo.
Muchas gracias a ti querido lector por provocar todo esto.
Gracias totales a Paulina Vieitez y Círculo Sanborns por creer en mis historias.
Ahí nos vemos, esta ocasión a charlar de Rockstar.
Long Live Rock n’ Roll.

Kato Gutiérrez ®, 2019.

 

Ya no hay conchas en la playa

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Ya no hay conchas en la playa.
El agua de la alberca quema.
Al sol se le perdió la misericordia.
Las cremas bloqueadoras se evaporan, mienten.
El alcohol no falla. El sol tampoco.
Las estrellas se me perdieron, no las puedo ver.
Compra. Compra. Compra.
Dos por uno. Promoción. Hora feliz.
No te duermas. Un masaje que te anestesie.
Consumo mínimo.
Souvenirs. Si no lo subes a redes sociales no vale.
WiFi gratis en todos lados. Hiper conectados. Hiper hackeados.
Pendejos que no hacen fila.
Corrupción en la separación de camastros.
El cordón de un paracaídas se rompió, el gordo gritaba mientras se perdía en el horizonte.
El pendejo de siempre con el buscador de metales paseándolo sobre la arena.
Orina tibia en la alberca de niños y fría en la de los adultos.
Oigo pasos. Retumban en el techo, en las habitaciones de al lado, en mi cabeza.
Me arde el pecho.
Una elegante señora de setenta años en el bar de la alberca, con aretes, maquillaje y peinado de salón en busca de su amante latino. Apesta a dólares.
Una familia de chicanos con una grabadora escuchando rap.
Retas. Juegas. Vas. Y yo que solo quiero estar conmigo. ¡Conmigo! Quiero una isla desierta.
Corre a la hora de la cena. Corre que se vence el desayuno. Corre.
Llego a tiempo a la cita que tengo con el atardecer.
Quiero desaparecer a todos. Un imbécil se para frente a mí. Otros a un lado con una grabadora a todo volumen con una canción de Mana. Ajá, no mames. El agua del mar que no huele a sal, me moja los pies. Cómo extraño mis veranos, esos de antes, los que corrían lento, los que me iba de este mundo. Los que no me preocupaba casi nada. Los que no necesitaba Omeprazol para cenar, ni Rivotril para dormir. En los que perdonaba rápido. Cuando me vestía formal los domingos. Cuando una canción me hacía llorar y roces de manos me excitaban. La maldita inocencia que me llegaba en cada ola. Cuando le entendía al mar, a su rugido, a su olor. Ahora no nos entendemos.
Me duele el pecho.
Ya no hay conchas en la playa. Ya no huele a mar.

© Kato Gutiérrez 2019
Foto: Kato Gutiérrez.

Labios de menta

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Hoy caminé por la Calzada. En el sentido contrario pasó corriendo un hombre con la camisa de la selección española. Usaba unos audífonos tan grandes como su calvicie. Luego pasó un joven sin camisa, corría mientras en su rostro pintaba gestos de maldad. Quizá era agonía. Miré mi abdomen, luego levanté la mirada y una rubia me sonrió. Pasaron muchas personas. Puedo ponerme loco, o profético y decirte sus vidas, pero no puedo ni con la mía.
Sonó la sirena de una ambulancia, y nadie volteamos.
Miré peatones que ignoraban los semáforos rojos.
Unas mujeres me dejaron una estela con olor de jazmines.
Pasaron perros con personas y personas con perros.
Humanos con accesorios de los cuales colgaban infantes mudos y mareados.
Perros en carreolas. Ancianos en sillas con ruedas.
Hombres con dolores en el alma.
Mujeres calladas.
Ardillas voyeristas.
Jardineros en cuclillas que escondiendo la mirada en el sobaco veían los traseros blancos de mujeres veloces.
Ruido. Humo. Cláxones.
Templos. Fe escondida en troncos.
Camisas que presumían logros.
Un idiota dejó el excremento de su perro en el camino. Quiero ir a cagar a tu casa.
Pasó un camión de bomberos. La ciudad en llamas.
Mi alma morada. Punzadas en mi frente.
Mis rodillas crujiendo.
Quiero valor. Quiero bondad.
Quiero unos labios que sepan a menta.

Kato Gutiérrez
Derechos Reservados ©2019.

El instante que nos queda va al cine

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                     COMUNICADO DE PRENSA

QKRAMACARA FILMS Y EDUARDO J. VILLARREAL, ADQUIEREN LOS DERECHOS PARA LLEVAR AL CINE LA NOVELA “EL INSTANTE QUE NOS QUEDA”, DE KATO GUTIÉRREZ

Monterrey, México. Febrero, 21 2019.- QKramacara Films y Eduardo J. Villarreal, reconocidos productores mexicanos, han adquirido los derechos para cine de la novela Amazon Best Seller, “El instante que nos queda” del autor regiomontano Kato Gutiérrez.

El instante que nos queda, logró el sexto lugar en Los Más Vendidos de Amazon (Amazon Best Seller), dentro la categoría Literatura Hispánica, en el verano del 2018. Además, en febrero del 2019 se ubicó en el décimo lugar de dicha lista.

En la novela, Mateo recuerda pasajes de su infancia y juventud en la década de los ochenta, cuando a los diez años tuvo que utilizar unos extraños aparatos ortopédicos. El protagonista se encuentra en una búsqueda desesperada, y al parecer eterna, del sentido a su vida y lucha por no perder la esperanza en aquel amor que un día se fue sin decir mucho.

Estos son algunos de los proyectos en los que ha participado QKramacara Films: Ninis (2019). Una Mujer Sin Filtro (2018). Nicky Jam: El Ganador (2018). El Vato, Temporada 2 (2017), ganador de EMMY AWARD “Programa Primetime en Estados Unidos en habla no inglesa”. Una Última y Nos Vamos (2015).

Eduardo J. Villarreal ha producido más de veinte espectáculos escénicos, y ha participado en los siguientes proyectos de cine y televisión: Planners (2019). Estar o No Estar (2015). Cadena Perpetua (2015), ganador del Manhattan Film Festival “Best Thriller”. El Jardín que se Seca (2009).

Kato Gutiérrez ha publicado tres novelas: Cuatro segundos (Font 2015), “Novela favorita del 2016” por Paulina Vieitez del Círculo Sanborns, “En los más vendidos” de Librería Gandhi. El instante que nos queda (Font 2017). No puedo ver las estrellas (Font 2018).

CONTACTO
Facebook:
QKramacara Films
Kato Gutiérrez
Correo:
eduardo@cinetzinfilms.com

 

El amanecer perfecto

 

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Últimamente el ruido y el caos me sigue.
En el trabajo, la cuadrilla de mantenimiento no respeta horarios y taladra paredes y pisos a mitad de la mañana.
En mis trayectos en el auto observo un carnaval de incidentes: Luces rojas ignoradas, gandallas en cada fila, cerrones, cláxones sonando, reclamos, imbéciles lentísimo por que van texteando. Imbéciles invadiendo carriles porque van texteando.
En mi casa, las últimas noches llegan ruidos de taladros hidráulicos y mazos contra muros de un vecino. Del otro vecino llega música en un pinche miércoles cualquiera. Ayer en la tarde fui a un café, apenas me senté y escuché martillazos contra el muro del local, la empleado me dijo que era el vecino.
Ya estoy preocupado. Quizá soy yo. Quizá sólo yo los escucho. Quizá mi frecuencia está fallando y estoy cambiando de dimensión. Quizá los ruidos son para que despierte, para salvarme, pero no sé de qué. Quizá las mentadas de madre de los automovilistas son avisos.

Entonces estoy tenso, a la expectativa, esperando el madrazo. Me duele el cuello y los hombros. Llevo noches sin dormir. Pero hoy en la mañana me dije que sería un día diferente, me tomé doble dosis de Rivotril, respiré hondo, y me dije: No mames, es viernes, dale tranquilo. Y salí de mi casa, pensé en contar los incidentes que me sucedieran en el trayecto hacia mi oficina, pero rechacé la idea, porque sería como atraer el caos, y puse mejor una canción de Johnny Cash. Llegué a un crucero en donde estaba la luz en rojo, era el primero de la fila. Hice alto total, respeté con holgura el espacio para el cruce de peatones. Tarareaba la canción mientras pasó un minuto. Cambió la luz a verde, y solté el pie del freno, y justo en ese instante se cruza un voceador de esos periódicos gratuitos. Y como siempre sucede, se quedó parado justo en frente de mi auto, alcancé a frenar antes de tocarlo. Lo ví que vociferaba, gritaba y meneaba su cabeza en forma de reclamos. Caminó hacia mi lado mientras seguía hablando, bajé el vidrio de mi ventana y le dije: Te cruzaste en plena luz verde, compadrito, y me contestó: soy mujer, pendejo………
……
…….
……..
……….Ya mejor no dije nada más. Te digo que el ruido y el caos me sigue, ojalá sean buenos augurios, ojalá sea la oscuridad antes del puto amanecer perfecto.

Kato Gutiérrez, © 2018

Foto: Kato Gutiérrez. Texas, 2011.

Eclipse total

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Nunca había manejado un auto que tuviera aire acondicionado. Moví la perilla a lo más fuerte y frío. ¡Volteen! ¡Mírenme! Era un Ford Cougar 92 color azul marino con interiores de tela y madera. Con ese carro le saldaron una deuda a mi padre, solo estaría en casa unas semanas. Olía a tabaco y quizá no era tan deportivo, ni tan rápido. Lo que lo hacía espectacular era que tenía reproductor de discos compactos, lo último en tecnología en ese bendito mil novecientos noventa y dos.

Yo voy por mis hermanos. Yo te hago ese mandado. Yo voy a dejarle el arroz a la abuela. Yo manejo. Yo voy a la tienda. Yo. Yo. Yo. No quería bajarme de la nave y dejar de sentir la adrenalina de ese sonido tan potente y tan claro como nunca, mientras sonaba el disco de Bonnie Tyler, Faster than the speed of night. Baladas perfectas y ritmos acelerados. Rock o Pop ochentero diagonal noventero, lo que sea, no te me pongas estricto en cuanto a géneros musicales. Varias amigas nuevas me surgieron en esos días de eclipses totales de corazón. Lástima que no me dejaron entrar el único auto cinema de la ciudad. ¡Lárguese pinche huerco calenturiento! ¡Qué te pasa pendejo, si tengo dieciocho! Mientras mi voz se ahogaba en un fango de miedo y coraje y mi amiga se deslizaba hacia abajo en el asiento del copiloto.

No vendas el carro, jefe. Lo tengo que vender para recuperar el dinero que me debían esos cabrones. Pero es que está muy bonito el Cougar, papá. Está mucho mejor que la Caribe. No me importa, con el carro no puedo pagar los sueldos de los trabajadores, necesito cash, no un carro bonito. Es que papá, ese carro me ha dado muchas alegrías. Me ha ayudado a ser alguien más seguro. He conocido mucha gente y además es increíble poder reproducir un disco compacto, las bocinas suenan como si fueran veinte. Cuando trabajes te compras uno igual. Carro es carro. Da gracias que tienes la Caribe.

¿Qué te pasa, naco? Alucinas que yo me voy a subir a una Caribe, me gritó mi amiga al llegar a la banqueta. ¿Por qué no? ¿A poco eres tan fresa? Además no está tan fregada, trae radio FM y le funcionan bien las cuatro bocinas. A ti es el que no te funciona el cerebro pensando que una mujer como yo, se va a subir un auto de esos. ¡Piensa idiota! ¡Lo analizaría si al menos trajera casetera! No soporto a los locutores del radio. Adiós, naco.

Sólo me queda el disco de Bonnie Tyler guardado en su caja de plástico. Ya no tengo donde reproducirlo. No puedo dejar de recordar cuantas caderas toqué cuando las baladas de ese disco sonaban en el Cougar. Gracias, Bonnie, te debo una. Bueno, varias.

 

Kato Gutiérrez
Derechos Reservados ©2018

El choque

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Hoy vi un choque. Una camioneta pick up pequeña me cerró, se metió sin ningún aviso. Frené. Ni alcancé a tocar el claxón. Siguió su ruta inclinada e invadió el siguiente carril. Una Suburban enorme, brillante y nueva, no frenó y chocaron de lado.

No pude evitarlo y sonreí. Por pendejo el de la pick up. Me ahorré una mentada de madre. Ahora quien maldecía era el conductor de la Suburban. Se bajó con la cara roja, caminaba con los brazos separados del cuerpo, como si trajera las axilas rosadas. ¿Qué te pasa, pendejo? Alcancé a leerle en sus labios. Movía sus brazos como diputado dando un discurso.Y sonreí más. El de la pick up decía: Ay, cabrón. Y yo pensaba que me había librado por algunos segundos.

Si me hubiera cambiado de carril antes, si me hubiera levantado a la primera, si no me hubiera lavado los dientes, si no hubiera puesto Spotify antes de salir, yo hubiera sido el de la Suburban. Yo hubiera sido él. Yo estaría diciendo: ¿Qué te pasa, pendejo? Con mi cara de dragón y mis cachetes rojos. Yo hubiera sido él.

Ahí estaban las dos camionetas blancas, tocándose, atoradas, de lado. Como si un imán las uniera. Los dos conductores maldecían. Yo sonreía. Me acordé como se ven mis piernas entre las tuyas. Volví a sonreír. Por pendejos los dos.

Kato Gutiérrez © 2018