El amor no existe

El amor no existe. Hemos sido engañados. 
No puede haber un elemento tan poderoso.
Sería imposible aceptar que una mirada lance avalanchas de luz.
Irreal que se te meta a los pulmones y te robe alientos.
Absurdo que pueda causar placer y dolor a la vez.
No es real volar. No es real sentirse omnipotente.
No es real pensar tanto en un roce, ni recordar un aroma por años.
Utópico tener incrustado en el tímpano los timbres de una voz por décadas.
Impensable escuchar poesía en los cantos de cientos de cuervos viejos.

Ni que existieran labios que te inyecten anfetaminas. Ni cejas que hipnoticen.
No, te digo que el amor no existe.
Hemos sido embrujados.
Ni que causara amnesia selectiva.
Ni que achicara los kilómetros.
Ni que apareciera rostros en las nubes.

Sería inexplicable que provocara calambres en el coxis y que te metiera delfines a las venas.
Tan irreal como pensar que hay caderas que al moverse componen música con chelos y violines y pianos desenfrenados.
No es que provoque súplicas a dioses para no olvidar una pelvis arremetiendo duro.
No, no es posible que cosas tan simples como una palabra desaparezca la oscuridad y derrumbe un poco el cielo. 
Ni que hubiera gemidos que recuerde todas las noches.
Ni que me hiciera ver soles en medio de las tormentas.
Ni que pudiera causar adicción.
Ni que estuviera loco. 
No, el amor no existe.

Kato Gutiérrez, 2021 ®

No le voy a decir nada

No le quiero decir la lista de celebridades que se parecen a ella, se me hace injusto y riesgoso, además, cientos de imbéciles ya han de haber usado esa línea para intentar iniciar una conversación.

Tampoco he pensado comentarle que su tono de voz es igual al de una actriz famosa. No, jamás le diré eso. Menos le diría que en las noches en que más la extraño, en las que me provoca insomnios bravos como olas australianas, busco películas en las que sale esa actriz que se parece a ella y las veo con la atención y determinación de un huerco de quince años buscando porno.

Impensable decirle exactamente a quien me recuerda o quien fantaseo que es, ni que fuera un idiota. Sería una enorme pendejada decirle que he recreado una escena en la que sale ella, digo, la actriz a la que se parece y que he practicado tanto como bailan que ya me sé todos los pasos, como la tocan y como la besan.

No quiero comentarle que cuando la beso pienso que es esa actriz que está idéntica a ella. No quiero. Ni siquiera me animaría a preguntarle si acaso tiene una gemela. Se me hace deshonesto no pensar en ella cuando estoy tocándole las caderas, o chupándole los músculos del cuello, pero no lo puedo evitar. No puedo compartirle que pienso muy seguido que estoy dentro de una escena de esa película donde bailan en un restaurante en el que al centro hay una pista de baile, y las mesas simulan ser autos de los setenta, y que yo soy el actor y la actriz es la actriz, no ella. Y que yo me sé todos los pasos del actor y de la actriz.

No, no le puedo hablar de amor en estos tiempos. De hecho, últimamente, son muy pocos los temas de los que podemos charlar sin que se harte, o de los que acaben en alguna discusión donde se le levanta una vena en la sien. Muchas veces he querido quedarme callado, pero la maldita costumbre de desayunar por años viendo los noticieros me ha insertado mañas imposibles de quitar: o empiezo hablando del clima o de alguna tragedia que acaba o está por suceder en algún rincón del mundo.

No le puedo escribir poesía, nunca supe hacerlo. En preparatoria copiaba diálogos de películas mexicanas. También memorizaba los cumplidos que mi abuelo le decía a mi abuela al terminar las comidas de los sábados en aquella mesa larga al lado de la noria y el tanque de agua. Empezaba el atardecer y dos o tres luciérnagas aparecían extasiadas por el canto de unas chicharras acostumbradas al calor norteño, ahí era cuando mi abuelo, bajo el efecto de cuatro tequilas, con las manos un poco temblorosas, y el olor a leña quemada llenando el lugar, cada sábado le decía un piropo nuevo a mi abuela. Hasta que murió, y murieron casi todos, y yo olvidé los piropos. Las cosas que uno olvida por no apuntar.

Tampoco quiero crearle una imagen falsa de mí. No, no pienso fingir que soy feliz, ni mentir sobre el porcentaje de esperanza que me queda de lograr mis sueños. Soy un pendejo, pero aún no lo sabe.

Ni de pedo le voy a decir que no me gusta lo que publica en sus redes sociales, ni que me molesta ese hábito de leer los periódicos. Ni que me aturde que sea seguidora de Coelho. Menos me animaría a decirle que sus playlist son de muy mala calidad.

No puede saber que sus cejas pobladas me recuerdan a una chava que conocí en prepa y a quien nunca tuve el valor de decirle que me gustaba, solo una vez le lleve unas rosas y me quedé mudo al entregárselas en la cochera de su casa. Era imposible no enamorarse en los ochentas, las hormonas y la maldita música tan buena. Y ahora la palabra amor nos espanta, nos cae como montaña en la espalda. El sexo es más fácil y barato.

Tengo miedo emborracharme con ella, porque de seguro la  nombraré como se llama la actriz y ahí sí entonces, estaría en un gran pedo. Por más bella que sea la referencia, sé que habrá problemas. Ya he tenido situaciones así con otras mujeres, la verdad no entiendo porque se molestan tanto cuando las comparo. Cuando a mí me han dicho que me parezco a Johnny Deep no me molesto, tampoco es que lo tome como un cumplido, porque acepto que no nos parecemos, y además sé que nos separan muchos ceros en los saldos de nuestras chequeras, y que hay diferencias enormes en los metros cuadrados de nuestras propiedades, pero no me importa, sólo sonrío un poco por algunos segundos y luego se me olvida.

A lo mejor, el peor error sería decirle que me recuerda a mi primera novia. Todavía la idea de la actriz la pudiera salvar, pero compararla con un ser humano real de mi vida pasada sería una locura,  sería como meterme a la boca del lobo. La verdad es que estar con ella me lleva al pasado, a aquella novia de los ochentas, pero también me lleva al futuro a aquella actriz que voy a conocer algún día, no sé cómo, sólo sé que nuestros caminos ya están cruzados, algo de eso leí en un libro hace años. Pero ahorita sólo tengo a ella que se parece a la del pasado y a la del futuro, es casi perfecta pero no es aquella, ni la otra. Y eso la hace irreal y complicado porque al aferrarme a sus caderas huesudas siento calambres en el cuello. Quizá todo está en mi mente. Quizá me sucede como aquella película en que la protagonista era gorda, pero el enamorado la veía flaca. Quizá soy el único que la ve así. Quizá todos vemos cosas de manera diferente. Quizá ella no es ella. Quizá yo no soy yo. Por seguro no soy quien ella cree, porque siempre nos creamos a las personas como queremos que sean, las piezas que les faltan nosotros se las ponemos, como si fueran humanos construidos con legos, quizá yo le puse las cejas pobladas y los ojos cafés, porque desde pinche huerco se me hace algo muy caliente.

No, no le voy a decir nada, mientras me la siga cogiendo todo está bien. Lego o no lego. Me voy a quedar callado, y que pase lo que tenga que pasar.

Kato Gutiérrez, © 2021

El choque

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Hoy vi un choque. Una camioneta pick up pequeña me cerró, se metió sin ningún aviso. Frené. Ni alcancé a tocar el claxón. Siguió su ruta inclinada e invadió el siguiente carril. Una Suburban enorme, brillante y nueva, no frenó y chocaron de lado.

No pude evitarlo y sonreí. Por pendejo el de la pick up. Me ahorré una mentada de madre. Ahora quien maldecía era el conductor de la Suburban. Se bajó con la cara roja, caminaba con los brazos separados del cuerpo, como si trajera las axilas rosadas. ¿Qué te pasa, pendejo? Alcancé a leerle en sus labios. Movía sus brazos como diputado dando un discurso.Y sonreí más. El de la pick up decía: Ay, cabrón. Y yo pensaba que me había librado por algunos segundos.

Si me hubiera cambiado de carril antes, si me hubiera levantado a la primera, si no me hubiera lavado los dientes, si no hubiera puesto Spotify antes de salir, yo hubiera sido el de la Suburban. Yo hubiera sido él. Yo estaría diciendo: ¿Qué te pasa, pendejo? Con mi cara de dragón y mis cachetes rojos. Yo hubiera sido él.

Ahí estaban las dos camionetas blancas, tocándose, atoradas, de lado. Como si un imán las uniera. Los dos conductores maldecían. Yo sonreía. Me acordé como se ven mis piernas entre las tuyas. Volví a sonreír. Por pendejos los dos.

Kato Gutiérrez © 2018

Anoche soñé

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Anoche soñé que se me caía un diente. Lo primero que hice al despertar fue tocar mi dentadura con la lengua. También soñé que estaba atrapado en una “App”. Ajá, así de pendejo como se escucha. Estaba cubierto de una sustancia babosa, era una mucosa gigante y transparente que limitaba mis movimientos y cada instante que pasaba me apretaba más. Era como estar dentro de una pequeña casa de acampar. Mis pensamientos luchaban por determinar lo que era real ¿La carpa? ¿La “App”? ¿O incluso mi sueño? Creí que al momento de tomar la decisión, cualesquiera que fuera, iba a perder y la “App” me iba a consumir, eliminar. Ajá, así, igual que en la realidad.

Desperté en la madrugada, lentamente, como si el sueño me jalara hacia adentro. Sentí un calambre un el chamorro izquierdo. No sentí reflujo, no, esta noche no. Tenía baba chorreando desde mi boca hasta mi pecho. Hace años que no babeaba. Quizá fue mi sentido de conservación. Quizá aún estoy en la “App”, quizá la “App” eres tú. Quizá aún estoy en el sueño.

Hoy vi una patrulla parada en un crucero. El policía tenía un celular en su mano y hablaba a través del altavoz. Encendió la luz verde del semáforo y dio una vuelta prohibida a la izquierda mientras seguía en su llamada.

Hoy escuché Bye Bye Miss American Pie, de Billy Cassidy y me pregunté en cuantos bares de hoteles de aeropuertos, algún músico triste y mediocre hoy tocará esa canción en el piano.

Kato Gutiérrez © 2017

Versión en vivo

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Hoy un Mini Copper que iba muy lento invadió mi carril. Alcancé a frenar de manera audaz. Ni siquiera pude usar el claxon. Al pasar a su lado la bella dama, con el celular en la mano, me mandó un saludo sarcástico acompañado de una sonrisa. Luego siguió texteando.

Hoy en el estacionamiento, en el lugar de al lado,se paró una gran camioneta de lujo. Se bajó un hombre que vestía un traje café claro, se veía elegante. Tiró al piso servilletas, papeles, y envolturas de algún alimento. Se fue caminando dignamente mientras masticaba con la boca abierta. Al dar cinco pasos cerró su camioneta con el control remoto, tres fuertes sonidos retumbaron. Varios pasos después, casi al llegar al elevador, mientras pasaba por unos botes de basura, accionó de nuevo su control, tres sonidos retumbaron de nuevo.

Hoy un lavacoches me ofreció lavar mi auto. Asegura que el Armor All que trae no es pirata.

Hoy, el semáforo se puso en rojo, el auto de al lado avanzó y se detuvo justo en el paso peatonal. Cruzaron la calle un joven y una señora con una niña en brazos. Tuvieron que pasar fuera del área designada y un camión por poco atropella a la señora. La conductora del auto ni se inmutó, estaba inmersa en una llamada telefónica a través de un altavoz y con las dos manos al volante.

Hoy escuché una versión en vivo de Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler, y me hizo recordar el pasado. Los ochenta. Mi yo de esos años. Mis sueños, mis ingenuidades, mi percepción del amor a los quince años.

Kato Gutiérrez @ 2018

Presentación en Arboleda

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Y de pronto suceden noches de amor, que al ritmo del rock ochentero, en los abrazos se encuentran todas las respuestas. Muchas gracias por tanto amor. Ustedes son los magos, los poderosos. Generan chispas de buena vibra en cada página que giran, en cada palabra que me leen, en cada abrazo que me dan. Sin ustedes la historia sería totalmente diferente. Su apoyo me baja el cielo y me sube al sol. ¡Los quiero!

Vaya arranque memorable para El instante que nos queda. ¡Muchas gracias!

Maldito enero

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Maldito enero.
Maldito invierno asoleado.Consternación falsa. Especialistas surgen por todos lados.
Lo peor es que pronto olvidaremos todo. La rutina anestesia.
Gracias al viento, que parecía de marzo o de Texas, por llevarse algo de la basura. Al menos volvieron las montañas.

Kato Gutiérrez © 2017
FB: Kato Gtz.
Instagram/Spotify: katogtz
@mrkato

Foto cortesía de: http://www.freedigitalphotos.net