Reseña Austin (Buscando a Stella)

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La ciudad es peligrosa. Corres peligro que te atrape en los primeros cuatro segundos. Como si los grandes árboles te fueran a abrazar, o comer. Como si las urracas cantaran versos, el Jazz liberara conciencias y borrara pecados. La decadencia está siempre en la siguiente cuadra, como siempre en este mundo.

En una mesa se me cruzaron las fronteras con cerveza y Coca Cola de mi tierra. Con idiomas que no reconozco en la siguiente mesa. Con mis paisanos de siempre trabajando entre mesas y cubiertos, o sobre jardines y edificios. Es fácil identificarlos hay como un código al mirarnos, una sonrisa siempre concluye.

Cientos de cervezas. Miles de historias, pero no encuentro a Stella. No era la mesera coqueta del cabello rosa. Tampoco la güera elegante que bajó de la limosina y nublada por el alcohol en lugar de la esperada petición de que la fotografiara con sus amigas, me pidió que la abrazara. Tampoco la encontré en esa prisa extraña, esa prisa lenta que todos poseen aquí. Ni en la saturación de todo, de sueños, pensamientos, cosas por hacer, expectativas, de fracasos, de reclamos a esta vida.

No, no estaba ahí en el olor a leña quemada que a todos acompaña en esa ciudad. Ni en las distancias, ni en los historiales crediticios, ni en la tecnología que todo rige, ni en la añoranza de la tierra de origen. Tampoco estaba en el intento de disimular el tormento pretendiendo bailar, pretendiendo sonreír. ¿Dónde estás Stella?

No la vi en la juventud cada vez más joven. Ni en los músicos de calle que solo tocaban un sólo acorde. Ni en los pordioseros con cartelones de reclamo al gobierno, al ejército, a su ex esposa. Ni el dealer me pudo instruir sobre Stella. Ni el Sheriff Hispano de la ciudad, ni en los yates llenos de alcohol que rompían el silencio de la mañana de domingo. Tampoco estaba en el oscuro restaurante con un exquisito olor a leña. Ni en el pasado, ni en los álbumes, ni en las decisiones por hacer, ni en la jodida búsqueda de motivos y explicaciones. Ni en la prisa, ni en el rush. Ni en los ojos de la hermosa mujer sentada en la banca junto al río, ni que yo fuera Luca, ni que pudiera ver algo más que brillos en sus ojos.

Tampoco estaba en la soledad, ni en el café que el domingo por la mañana no había ninguna familia, no la encontré al corroborar que el machacado con huevo sigue causando nostalgia. Ni en el susto al sentir excremento de urraca caer sobre mi mano mientras escribo esto.

No encontré a Stella en Austin. No importa. Lo que si encontré fue el poder de como una charla de ciento cincuenta minutos nos puede convertir de extraños a amigos. Gracias Austin, primera gira internacional, nunca la olvidaré.

Kato Gutiérrez © 2015
@mrkato