Hay veces que inventamos cosas…como ser feliz.
Hay cosas que nunca las usan. La terraza perfecta jamás pisada.
La habitación que huele a lavanda y nunca ha visto un orgasmo.
Asadores que nunca los prendieron.
Puntos ge jamás encontrados.
Sonrisas que esconden cuchillos en la lengua.
Miradas.
Orden repentino, pero falso.
Corazones rotos por el egoísmo.
Hay techos que se caen, otros que chorrean agua.
Piernas secas.
Orgasmos multiples dados por sentado.
A veces hasta el oxígeno es un poema.
Todos los días pudimos haber muerto, la libramos por centésimas de segundos y no lo supimos.Y seguimos viviendo como si nada, cagándola. Sin tocar. Sin valorar el esfuerzo de una flor en primavera.
Nunca pensamos en extrañar el oxígeno.
Nunca pensamos en la última mirada.
Andamos con los corazones rotos deambulando por las redes sociales
con sonrisas falsas.
Los bancos son leones. Los ricos nunca pierden.
Somos la tropa, el excremento de las yeguas más jodidas del mundo.
El CAT anual, el predial, el regalo forzado, el cumplido pedido, la cena en un lugar que no puedes pagar. Mentir con tu aliento.
No manches, fue lo primero que dijo Mike cuando entró a su departamento que apestaba a humedad y vio a Susana tirada en el sofá con un mierdero alrededor. Pedazos de comida, tres gatos andando en cámara lenta, como si ellos pagaran la renta de esos pocos metros cuadrados. Pastillas regadas en el piso, en la mesa de la sala, en el sofá, en el abdomen marcado de Susana.
¿Cuando se fue todo a la mierda?, pensó Mike, mientras Susana estaba en otro planeta. El refrigerador miniatura sonaba como un trailer viejo subiendo una carretera en la Sierra de Durango.
Mike hablaba con dos latas de cerveza en la mesa de aluminio desnivelada. Le gustaba abrir dos al mismo tiempo e intercalar los tragos. Si Susana no estuviera en ácido le hubiera dicho: Mike eres un pendejo. Y este cabrón, que le cagaba que le dijeran pendejo, le hubiera contestado: Al chile Susana, nadie te ha cogido como yo. Ambos reirían como pendejos, y de alguna manera acercarían sus cuerpos y ahí sí todo cambiaría. De esas cosas raras que tiene el sexo, que la química, que la energía, que la abstinencia, que sí se conocieron en otra vida, que si la chingada, la cosa es que cuando cogían todo tenía sentido, como si cambiarán de locación a un penthouse millonario frente a Central Park. El sexo los hacía millonarios.
Un amanecer en la ventana que no se anima a llegar. Mike se echa unos pedos y se talla la nariz, como si extrañara la coca. Hay instantes que no entiende nada. Aceleradores de partículas. El universo. Las guerras. O una mujer tan bella como Susana con un pendejo como Mike…..
Mike tiene recuerdos que no puede controlar, quizá los inventó. Cosas complicadas como el amor, el sexo, la fidelidad inmerecida…cosas triviales como un café con tu nombre en la etiqueta pendeja, como tener la bolsa del pantalón vacía, y la cartera llena de bouchers. Como que no seas candidato para tener una tarjeta de crédito. Como víctima del capitalismo de Nueva York, o del Socialismo ese que empezó algún día por San Petesburgo…cosas así. Andar respirando como si tu vida dependiera de lo que aparezca en el pinche teléfono, no de la erección de los poros. Como si fuéramos eternos. Cómo si una noche durara solo ocho horas.
Tú buscas el sol, pendejo, y yo soy miles de estrellas. Tus pinches pastillas, Susana. Tus pinches miedos, Mike, Miguel o Mijael, o como putas quieras llamarte hoy. Tus cuentos con conejos que hablan. Ya pendejo. Tómate un litro de agua y lárgate a la mierda. Vamos juntos. Mejor ven, que se rocen nuestras piernas, para que te erectes, me humedezca, se me olvide que eres un pendejo, y acabemos otra vez en el piso cogiendo. Chinga tu madre, Mike. Sí, a huevo, sigue pujando, sigue con la piel de gallina, morra. ¿Morra? Eres un idiota. Sí, el único que te encontró el abecedario. No pares. Ya sé. Cállate. No me voy a callar. No pares. No. Que te calles.
Kato Gutiérrez, © 2024