OPIOIDES MY LOVE

Un día raro. Todo iba en reversa. Esa tarde salía agua negra del grifo. La luna era un triángulo. No encontré mi calzón favorito. El smog golpeaba con furia. El café se enfrió más rápido de lo normal. La ciudad estaba encabronada.

No deberían de existir los noticieros. No podía dejar de pensar eso. No deberían de existir los noticieros. No deberían de existir los noticieros. Como si una anfetamina me hubiera tatuado esa frase en mi cerebro…No podía dejar de repetir esa frase. No deberían de existir los noticieros. No deberían de existir los noticieros. Luego dudé cuantos años tengo, llevo días que se me olvidan cosas, ojalá no sea un tumor.

Jenny estaba por llegar y yo estaba hecho una mierda. Tenía una cruda imposible de creer. Tormenta en mi mente: saldos, pagos, entrevistas de trabajo, mensajes sin contestar, cartas de bancos y abogados, recoger cupones de comida, una guitarra abandonada, el caos del universo metido en mi depa. Mierda por todos lados como si fuera un planeta de ratas.

Un día raro. Dejé de sentir mis dedos de las manos y me entró la duda cómo sería el resto de mi vida si ya no los volvía a sentir. No pude recordar porque Jenny iba a llegar, sólo leía su aviso en un mensaje de texto. No podía recordar si venía a coger, a pedirme dinero, o darme tres madrazos y buscar  pastillas o algo de comida en el refrigerador. Pensé que quizá tendría una prueba de embarazo en su mano mientras con coraje gritaría maldiciones, y empecé a preparar excusas, a tratar de recordar condones, cirugías, cosas que me salvaran. Correr. Huir de todo…tomar el tren que me lleve al final de las vías y de ahí bajarme y agarrarme a chingazos con el primer oso que vea. Empinarlo a putazos en el hocico, que se haga el muerto, que mis gritos de ansiedad lo maten de sordera. Que me pida piedad. Chingado.

Me asomé a la calle, los vagones del metro estaban vacíos. Las banquetas llenas de personas que iban vestidos de blanco. Se me antojó mancharlos de sangre o de mostaza del Whataburguer. Caminaban de reversa, con el pecho alzado, erguidos, orgullosos, altaneros, seguros, vendiendo Bitcoins. Peleaban por no pisar la calle vacía, se empujaban con los hombros, pero no levantaban la mirada. Nadie mira ya a lo ojos.

¿Y si Jenny solo quiere venir a coger? ¿Y si por esta cruda de mierda no se me para? ¿Y si digo otro nombre cuando le chupe su hombro?  Me trago dos OxyContin de 80 mg. Se me quitan los temblores, el sudor, el miedo, todos los dolores del universo desaparecen. Aparecen los colores, el valor y la música de un saxofón erecto. No siento nada. Es mi paraíso particular.
 
Tengo que ver abajo para saber si estoy erecto, por si es neta que Jenny solo viene a coger… Miro las paredes, recuerdo a Jenny, me dejo caer en el sillón, voy en cámara lenta, no entiendo porque alguien con ese culo quisiera coger conmigo, al chile. Alguien como Jenny, alguien como yo cagándola-triunfando descomunalmente en este mundo.

Opioides my love. Que la doctora si entregue la receta. Que el dude consiga el frasco. Que el dolor no vuelva. Que no se me hinche nada más que el pito. 

Que no me muera al menos hoy. Veo la mierda acumulada en este depa miniatura y no sé cómo llegué a esto. Si estoy en las primeras seis horas después del Oxy pudiera darte una respuesta un poco creíble. La neta, es que sigo sin sentir los dedos de mis manos, pero si tengo una erección y alguien está tocando en mi puerta…La realidad es que me da miedo dar el siguiente paso, ojalá fuera más fácil respirar. Ojalá Taylor Swift…no nada olvídalo.

Kato Gutiérrez, © 2023

Deja un comentario