Una peda de unos cien días

Quiero hacer una peda que dure de hoy a marzo. Unos ciento y tantos días en una isla.
En la peda no hay conciencia, no hay efectos ni cruda.
Desaparece la incertidumbre. 
No hay reglas. Los atardeceres son perfectos.
El mar está inundado de todas las flores del mundo.
Huele a leña en  fuego. No duelen los dientes. No hay sexo por costumbre. No hay tumultos. Hay soledad, luz y silencio.
Hay orden. Voy a vender sólo un boleto de acceso a una mujer.
No hay etiquetas ni definiciones. 
Sentir es tan fácil como respirar.
No hay rencor.
La marea recita poemas.
El fuego espanta demonios. 
Las caricias invocan a dioses diversos. Se sacrifican odios.
Es una peda de unos cien días. 
Supongo que ante tal ambiente el tiempo pasará rápido. Me caga el tiempo.
Sólo venderé un acceso. Seremos dos locos.
Quizá no nos hablemos, a lo mejor no será necesario.
En la peda se siente mucho. No se requieren explicaciones ni argumentos. Mucho menos etiquetas o nombres. Se valen los apodos de acuerdo a lo que la cosa o persona provoque. Hay ángeles volando ocasionalmente, sus alas son de colores vivos.
Existe la magia negra y la fe. Aunque ante el sexo ambas sean innecesarias. 
Existen pausas en donde hasta el viento y la marea se detienen.
Hay bagels de matcha. Vino tinto mexicano. Tequila 8. Brownies especiales. Chilaquiles picantes. Rib eyes y salmón.
Hay Ginebra con todo. Gin en las caderas. Gin en la clavícula. Gin en los huesos del cuello. Gin en su espalda. En la peda se chupa Gin con todo…Gin en las entrepiernas.
Ahí no tienes que tomar tantas decisiones. Se trata de dejarte llevar. Fluir.
Decir lo que sientes. Sentir lo que dices.
Los ojos hablan. Cambian de color, se camuflajean ante las emociones.
Hay abrazos mudos. Y orgasmos que gritan poemas.
En la peda el tiempo pasa.
No hay economía, ni gobiernos, ni medios. Sólo yo y una hermosa mujer.
En la peda Benedetti murmura algunas líneas desde la oscuridad.
Miles de luciérnagas realizan un performance todas las noches.
En la peda ser cuerdo es tartamudear.
En la peda quedas mudo al ver la belleza.
Sólo venderé un acceso.
Ahí se olvida de todo lo que sucede afuera. Se pierde el apetito.
El miedo ya no puede mentir, se convierte in inofensivo.
Hay libertad. No hay maquillajes ni poses.
No hay señal de internet, ni ninguna de sus maldades.
No se preguntan pendejadas.
El silencio contesta las preguntas más rudas. Y luego reímos.
Reímos mucho.
Es un mundo solitario. Una peda para dos. Una peda de unos cien días.
No hay disfraces. No se requieren máscaras para coger. Ni para desear.
El piso a veces se mueve.
Cae lluvia de lavanda. Las mañanas huelen a vainilla.
Robalos cacaraquean por las mañanas. 
En cada beso se tapa un hueco de la capa de ozono. Cuarenta y cuatro osos pandas nacen en oriente por cada faje. Veintiséis Koalas nacen como efecto de una caricia en la espalda. Treinta y cuatro jaguares nacen en Chiapas después de cada chupada.
Los participantes de la peda son imbatibles. 
Solo venderé un acceso.
No hay ilusiones. Sólo hechos. Sólo el momento. Sólo poros abiertos. Cabellos electrificados. 
No hay drama. 
En las noches te puedes sacar el corazón frente a la fogata. Ahí se inventan palabras y posiciones. 
No hay enigmas, todo lo gritas al coger.
Los constelaciones se distorsionan enviando poesía en clave Morse. 
Se te meten cientos de luciérnagas a las venas.
Si tienes suerte un colibrí se te meterá al corazón.
No se requiere dormir.
No hay penas, ni dolor.
Faltan palabras, adjetivos y preposiciones. Valen madre los adverbios y gerundios. Las lenguas compensan.
No hay dudas ni arrepentimientos. Las caderas se arremeten.
Las formas son perfectas. Las miradas perpetuas.
La vacuna es contra la desesperanza.
Para bailar se necesitan dos. Sólo venderé un boleto.
La locura es no creer.
No hay teléfonos, ni música. Sobran sonidos de grillos y pájaros de seguro apareándose.
Hay habanos cubanos, cigarros americanos y cerveza mexicana.
Quiero que sus ojos estén llenos de leyendas. 
Que al reírse lo haga con fuerza, que mueva su cabeza hacia atrás.
Hay una playa en donde los delfines nadan conmigo.
Le regalo por adelantado todos los suspiros que está por robarme.
Solo venderé un acceso.
No importa si hay tormentas porque el sol estará en sus ojos.
Si el mar crece, su aliento me hará flotar.
La memoria no juega chueco. 
Los recuerdos previos se borrarán a besos. Dos locos en blanco.
Una peda de unos cien días. 
Dos locos.
De aquí a marzo.

Kato Gutiérrez, © 2020

QUE NADA FUERA COMO ANTES

Screen Shot 2020-05-16 at 10.51.53 PM

Siempre nos falta algo.
Ojalá el virus se quitara si sembráramos árboles.
Que dependiera de nosotros, no de una vacuna.
Que la bondad fuera el juez.
Que hubiera un rating de compasión.
Que la vacuna sea el amor.
Que no existan patentes, fronteras, ni pinches límites para gritar lo que quiera, lo que arde, lo que mueve. Lo que conecta.
Que pueda sentir lo que sea cuando sea.
Una fogata de pasaportes.
No hay miedos.
No hay máscaras.
Que se agoten los llantos.
Que se regale compasión con entrega a domicilio.
Si tose no importa.
Si se talla los mocos con la mano que te saluda, no importa.
Nada importa, ni el encierro, ni el desacato.
Que lo único que se transmitiera fueran miradas provocadoras.
Que nada fuera como antes.
Que dependiera del amor.

Kato Gutiérrez @2020

NO ME VAS A CREER

Screen Shot 2020-04-05 at 10.26.36 PM.png
No me vas a creer que a veces grito en silencio.
Que ya me cansé de escupir a las paredes, de mirar con temor.
Dicen que estamos en sincronía, pero es sólo el miedo a morir que nos engaña,
o nos seduce. Leí que lo que arde es el luto colectivo.
Mis manos raspan y se adelgazan.
Los moteles vacíos. Los dílers con tapabocas y guantes.
Toca y vete. Toma y lleva.
El precio de la gasolina baja, y el de la cerveza sube.
Mercado negro de toallas con cloro.
No me lo vas a creer que veces, sólo a veces, nos ponemos de acuerdo. Bien decía mi abuelo que el miedo es carancho.
Las leyes se resquebrajan. Los gobiernos dan ruedas de prensa que parecen sketches mediocres de los setentas. Payasos dan noticias en la tele. Nos regalan el miedo envueltos en dulces de chocolate. Chupaletas con cocaína.
Ponemos doble llave, candados y cadenas. Recuerdo al Caballo de Troya y a Saramago.
No me lo vas a creer que un virus nos controló. Nos alejó. Nos unió.
Corrieron por papel del baño, por agua, por alcohol para tomar y para las manos.
Nos dicen que pensemos en los demás, pero no sabemos hacerlo.
Te juro que escucho carcajadas. Las playas vacías, como antes, como nunca, como el inicio. Te juro que odio los domingos. Que nos dejó de importar la contaminación y el tráfico. Que estaríamos dementes sin internet. El miedo es lo único que nos une. No, no era el fútbol, ni la Coca Cola, ni las fronteras. No era el amor, ni el sexo. Changos sonríen en las selvas. Elefantes fornican despreocupados.
Las cerveceras hacen gel. Las fábricas hacen gel. Los fabricantes de condones, pastillas, refrescos y alimentos hacen gel. Las plantas de autos hacen ventiladores. Tutoriales de fabricación de bombas molotov, bombas nucleares y de ventiladores en YouTube. También hay cartas de amor.
Extraño las noches con velas. Maldito Sabina vidente, ya nos robaron al mes de abril a todos. No ha sucedido pero ya nos lo quitaron. Como tus besos. Como tú aroma. Ahora puedo ver las estrellas y no me importa. Extraño como olían los sábados. Ahora todos los días huelen igual.
Te lo juro que ahora todo se parece.
Kato Gutiérrez, ®2020