Cuatro Segundos. La novela

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Estimados amigos.

Hoy, con mucho gusto les cuento que este verano será publicada por la Editorial Font, mi primera novela:

Cuatro Segundos. ©

Gracias por leerme desde el inicio, por acompañarme, por escribirme, por motivarme. Vienen buenos tiempos.

Espérala este verano.

Kato Gutiérrez

Foto cortesía de: http://www.freedigitalphotos.net

 

Alguien como tú.

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Cuánto daría por ser yo el de esa mesa. Con dos luceros viéndome directo el alma. Con alguien como tú frente a mi, con alguien con ese vestido rojo semi cubriendo sus piernas, y yo añorando que tus piernas me rozaran. Y, yo añorando que esos ojos me vieran como yo los veo a ellos.

Eligieron la esquina para terminar una historia. Siempre las historias de amor de más de siete años tienen que terminar en restaurantes que tengan velas en sus mesas. Él intenta ser una mejor persona, hasta le ofreció dejar de fumar y perder peso. Ella no ofrece sueños, no ofrece explicaciones, simplemente dice que es ella y se acabó; en una mesa de una esquina, con una vela a punto de fundirse.

 

Kato Gutiérrez  © 2014
@mrkato

Imagen cortesía de: http://www.freedigitalphotos.net

Lorena y el aeropuerto.

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Solo los separaba la puerta de cristal de la zona de seguridad del aeropuerto. Ella se alejaba de ellos, ellos estáticos la veían partir. Lorena no tendría más de trece años, tenía el rededor de sus ojos rasposo de tanto llanto, arrastraba los pies al caminar, como no queriéndose ir. Los padres estaban estáticos con la esperanza de verla girar y que regresara corriendo hacia ellos. La angustia y la tristeza habían jorobado a la joven madre. No era la primera vez que se separaban, pero eso no facilitaba el proceso. El dolor traspasaba el vidrio de las puertas de seguridad. Solo le quedaban unos pasos antes de tomar la escalera eléctrica que la desaparecería de la vista de sus angustiados padres. La madre tenía años de no maquillarse, muy apenas se amarraba un chongo, los pendientes del diario vivir la carcomían, le habían mellado el espíritu. Quedarse de nuevo sin su Lorena era entrar una vez más al paraíso de las tinieblas. Ahí se perdía la madre, no sabía de ella ni de nadie. Como si fuera su única hija, pasaba todo el día al lado del teléfono, frente a la computadora, algo que le diera noticias de su hija que se había ido al norte. El padre, respiraba con dificultad, con su labio inferior se chupaba su bigote, crecía su pecho para tratar de aspirar más aire, pero el dolor se había robado todo el oxígeno del aeropuerto. Esas puertas eran expertas en ver despedidas, ver dolores, porque cuando uno se va, siempre algo de nosotros se queda. La madre no tenía el valor de ver el cuerpo de su hija, tímidamente le veía solo los zapatos, no soportaba verle sus piernitas largas y delgadas avanzar hacia lo desconocido, sola. No soportaba ver el backpack de un oso de peluche color rosa, lleno de ilusiones y de miedos, era la misma mochila desde que tenía seis años, era como su cobija para conciliar el sueño, sin esa mochila, Lorena no podía dar dos pasos. La abuela pretendía ser la más fuerte, en teoría por años de experiencia, o en realidad por la falta de interés en su nieta. Simulaba ser la abuela que todos esperaban en ese momento, la verdad es que ya se quería ir del aeropuerto, porque a las diez de la mañana tenía un desayuno con sus amigas de la costura, donde por cierto no cosían, ni tejían, ni nada, simplemente comían, bebían café y algunas ron, y criticaban a cuantos el tiempo les permitía. La abuela determinó que lo que le tocaba hacer, era levantar la mano y mandarle una bendición; y pues eso fue lo que hizo. Levantó la mano y la falta de costumbre le hizo dar la señal de la cruz en el sentido contrario, le dio pena que alguien viera su error y bajo su gordo y flácido brazo antes de terminar la famosa bendición.

Lorena lloraba con dolor. La madre le embarró una mirada de reclamo al padre, desde el día que decidieron mandar a Lorena al extranjero esa mirada de reclamo era el desayuno de todos los días para el señor Eduardo. Se parecía a la mirada con que le respondía su mujer cuando el quería tener sexo. Ella casi ya no le hablaba, ni a él, ni a nadie. Solo le repartía miradas; miradas débiles, vagas, ni siquiera con la fuerza del odio. La depresión hasta el odio le había desaparecido.

Dos años antes Lorena había llegado con las calificaciones y una nota de la directora de la secundaria: Era la mejor alumna en la historia de la escuela. No había cometido ningún error en ningún examen, en ninguna tarea. Todo lo que hiciera era perfecto. Además, en el examen nacional había sacado la mejor calificación del país; se confirmaba lo que presentían, Lorena era un genio. Unas juntas con la escuela, y algún comentario antiguo de la niña causaron que rápidamente los padres decidieran mandar a la niña a Estados Unidos, a una escuela para genios, una escuela que la mereciera. Y sin mucha planeación, la mandaron. Era lo mejor para ellos concluyeron los adultos. Y la niña solo obedeció.

La encargada de seguridad les avisó que tenían que dar dos pasos hacia atrás. El vidrio de la puerta se burlaba del dolor de los padres. Lorena tenía la nariz roja, como reno, de tanto llorar. Ya no podía tocarla del dolor que sentía. No entendía nada, y sin embargo, ahí iba de nuevo a ese viaje que dicen que ella algún día pidió, de esas cosas de niño que uno pide a lo pendejo.

Una última vez se cruzaron las miradas de la madre y la hija, mientras el pequeño cuerpo era descendido lentamente por la escalera eléctrica, el olor a aeropuerto de tercer mundo invadía la nariz grande de la abuela que estaba harta de tanto drama y el padre solo pensaba en salir del aeropuerto con la esperanza de que todo fuera un sueño. Tras unos segundos el cuerpo de Lorena desapareció de la vista, y quedaron solos en la oscuridad.

Kato Gutiérrez  © 2014
@mrkato

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Baila conmigo.

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Con ese vestido rojo, era obvio que ibas convulsionar el lugar. Las miradas de todos, hombres y mujeres, se peleaban por llegar a ti primero.

Fantaseé con miles de canciones de los ochenta en donde varios nombres de mujeres volvían locos a los cantantes de rock, que a pesar de su rebelde cabellera larga, se animaban a cantar un rock romántico ¿Como te llamarás? ¿Por qué alguien tan bella llega sola a un bar como este?

¿Amanda? Hace años un amigo me dijo que era de seres inteligentes desconfiar de la belleza, sobre todo cuando ésta llega sola. ¿Por qué estás sola? Rompes el ambiente con tu ritmo, los meseros dejan de servir con tal de verte. Se improvisa una pasarela para admirarte. Ya siento que te necesito, siento que te extraño a pesar de que jamás hemos cruzado palabras. Me encantaría tener una excusa para poder iniciar una conversación contigo ahorita. Me encantaría, que esta noche, con tan poco alcohol en mí, tuviera el valor de acercarme a hablarte.

Ya vi las miradas de los barman, esperando ser elegidos, dispuestos a regalarte la bebida que sea, con tal de tener el privilegio de ver tu escote de frente por unos segundos solo para ellos. Todo el bar está dispuesto a regalarte mínimo una bebida, yo estoy dispuesto a regalarte mi noche. El problema es que el valor se me perdió hace unos meses. Lo dejé perdido en alguna firma de una liquidación. Lo dejé perdido en la rutina, en la pinche costumbre de hacer lo que tocaba hacer, a pesar de intentar hacer cosas diferentes, como estar una noche de martes aquí en este bar, a pesar de esto, siento que el valor se me fue, siento que mi ex patrón me ve todo el tiempo, que me ve de forma burlona, como si festejara mis fracasos cada vez que me acerco a una mujer.

Desde entonces no he logrado, ni siquiera un número de teléfono. Y hasta escucho las carcajadas mudas de mi ex patrón. Eso me ha llevado a ya no hablar con mujeres tan hermosas como tú. Ahora las elijo un poco menos afortunadas, digamos que algunas tallas más, pero aún así, sigo fallando, fallo como nunca. Y, he perdido la confianza de manera rotunda, como futbolista mexicano tirando un penal en una copa del mundo.

Pero esta noche llegas tu, y me recuerdas lo hermosa que puede ser una mujer. Me recordaste cuando siempre intentaba conocer a las mas hermosas, todo o nada, pero, ahh como nos cambia la vida, como nos cambian los cuarenta. Mas kilos, menos cabello, y el conformismo tocándome la puerta cada mañana. No mames, yo quiero conocer a alguien como tú.

No sé porque me preocupa saber tu nombre. Quizá es porque en la universidad siempre tenía éxito con mujeres que su nombre empezara con alguna vocal. Llegaba invitándoles una bebida, nunca dos, nunca cuatro, siempre número non, para poder tener éxito y que la historia terminara en alguna cama. Tenía que ser bella y que su nombre iniciara con vocal. Me dan ganas de mandar al mesero a preguntarte tu nombre, pero no imagino alguna forma más nefasta de iniciar una interacción. Me afectó trabajar tantos años en la empresa de seguros donde me tocaba calcular la posibilidad de siniestro de cada póliza, ahora cada decisión que tomo en mi vida, inconscientemente hago el cálculo de porcentaje de efectividad. Y pensar que hace muchos años me decían Superman.

Ojalá el alcohol me dé el valor que esta noche necesito para acerarme a ti. Que se me ocurra una frase diferente a la que los otro veinte pretendientes que se te van a acercar esta noche, algún piropo que te quite el habla por cuatro segundos, algo que te provoque verme por un momento sin preocupación, que la sangre se te vaya a los pies al ver el candor de mis ojos, que en ellos encontraras esperanza, encontraras la honestidad que nadie te ha podido dar porque se quedan mareados en tu espectacular cuerpo. Yo no me quiero quedar atorado en ese monumento, tu eres un templo más grande. Hasta me dejo llevar por mi lado romántico y alucino que tu espíritu es más hermoso que tu cuerpo, así de perfecta te creo en este momento, estás a cinco metros de mí, y siento que ya te conozco desde siempre, siento que tu voz me es familiar, siento tu aroma. Me llevas a un paraíso que creí que no existía, ya he visto como rechazas a dos valientes, y yo que no sé porque no me animo a hablarte. ¿Y si esta noche cambiaría mi vida? ¿Si tu voz cambiara mi universo? ¿Si tu sonrisa alterara mis miedos? Y desapareciera mi rutina, ¿si al tocarte no nos soltáramos? Que el llanto nos uniera. Ya me has dejado sordo, no escucho la música ochentera que el grupo toca desde la esquina, ¿y, qué si nos tocamos? ¿Y, qué si nos rozamos los hombros? ¿Y si nos miramos hasta entendernos? Ya retírate de la barra, una mujer como tú no debe de estar ahí. O eres la dueña del lugar, o tanta belleza no corresponde aquí, mucho menos sola.

Todo el lugar espera que te muevas, para ver tus caderas ladearse rítmicamente. Hay una mesa sola, justo a mi lado. ¿Y si al destino le gusta el martes, y te pone a mi lado? ¿Y si desde aquí tengo vista de lujo a tus piernas? Que el destino se equivoque esta noche, por favor, al cabo es martes, que te ponga a mi lado, que me haga el reto más fácil, que ver tus piernas tan cerca me llenen de valor. Una parte de mi me grita que me va ir bien, la otra parte de mi está mareada en ti, está ardiendo. El deseo me retrasa una década, no te puedo dejar ir. Cinco gueyes han pasado, no duran ni un segundo contigo, y yo que quiero toda la vida juntos. Si tan solo nuestros ojos conectaran. Una cerveza más y voy. Nadie de mis amigos me cree. Creen que estoy loco. Una cerveza más. A una cerveza de tus piernas. ¿Y si tu olor me noquea y me deja mudo? El grupo toca Las curvas de esa chica, ¿y si me copio las líneas de la canción para iniciar la conversación? No quiero que empieces a bailar, creo que no lo soportaré. O bailas conmigo, o no bailes. Estoy huyendo de mi. Y te tengo a tan sólo unos pasos de mí. Que su nombre inicie con vocal, por favor. Doy el primer paso, el segundo, solo me quedan tres pasos, y uno de mis amigos me grita: Jotoo. Cuando giré a defenderme me tropecé con un sillón, trastabillé y caí semi recostado justo en el sillón a tu lado. Lo único que pude hacer fue sonreír, y decir hola. Nunca había apostado tanto a una sonrisa mía, que te guste, por favor. ¿Así son tus amigos? Y me rompiste las pupilas con tu sonrisa. Tu brillo me dejó ciego. No te podía ver, te olía, te sentía, te quería tocar, pero brillabas como ninguna, tu brillo me cegaba, me faltaba esperanza para preguntar tu nombre, ¿Amanda? Que se llame Amanda, que se llame Amanda, por favor. ¿Y si nos conocemos a silencios? ¿Y si dejamos que el corazón mande? No me importa las horas que han pasado desde que literalmente caí a tu lado, pero espero que este lugar cierre mínimo a las tres de la mañana. Dos canciones y ya no me importa tu nombre, mi mano esta en tu muslo, y así me puedo quedar hasta que el sol nos sorprenda. Otros cuatro han incrementado la lista de rechazados. Y ahora mi otro brazo sobre tus hombros. ¿Y si cierran el lugar y nos quedamos nosotros? ¿Y si nos vamos a la montaña a contar estrellas? Me es muy difícil pensar en algún lugar mejor para estar contigo, que justo ahorita aquí. No me pares. No tengo el valor de proponer nada que implique el cambio de posición de mis brazos. Si acaso, que pare el tiempo. No quiero parar, el deseo me marea, tu boca, ya no es mucho pedir, tu boca. Me falta tu boca. Conectemos todos los sentidos antes de que nos empecemos a extrañar. Eterniza este momento con un beso, transpongamos con un roce. Bailemos. Que verte bailando frente a mi, con la mirada de todos sobre mi espalda haga aun más increíble y memorable esta noche, anímate, no me digas nada, ni siquiera me repitas tu nombre, bailemos con las miradas de todos encima, bailemos con el reto del placer revoloteándonos en el cráneo, bailemos con la ligereza de la edad, del desatino y la desesperanza, bailemos gozándonos, que aunque la música nos marque otro ritmo, nosotros solo sintamos una orquesta tocando una serenata para nosotros. Bailemos como antes, con respeto, con ilusión, con deseo, como siempre lo hemos hecho tu y yo.

Kato Gutiérrez  © 2014
@mrkato

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Noche de copas.

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Si los pecados se rompieran como las copas. Si romper un hábito fuera tan simple como dejar caer una copa de cristal al piso de madera.
Madera como la cruz que te inventas, como la que crees, como la que te rige.
Si pudieras correr y evitar que se rompa una, un pecado más, uno menos, sigue la vida  llena de vidrios rotos, pecados, y noches de copas de vino, ya que no todas se rompen.

 

Kato Gutiérrez  © 2014
@mrkato

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El controlador del tiempo.

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A veces cuando viajo, deseo que el tiempo avanzara más rápido. Pero solamente cuando el viaje es por carretera. Como que los paisajes desérticos, tupidos de nopales me aturden. Me gustaría que el tiempo avanzará, no en sí en tiempo del viaje, sino el tiempo del tiempo, el tiempo de la vida, me gustaría llegar al destino y que ya hubiera pasado algo mas de vida que lo que realmente pasó en esas dos horas. Que todos se me adelantaran, que todos supieran cosas que yo no, que yo fuera el ingenuo, el iluso, el atrasado, el nuevo, el del pasado.

Pero si el viaje es en avión, ahí me ataca otro sentimiento: ahí deseo que el tiempo se pare, que nada suceda afuera de ese avión, que toda la humanidad me espere a que yo toque suelo de nuevo, que nada sucediera sin mi, siento que me pierdo de cosas, como si muriera a minutos, lentamente, dolorosamente. Como si morir fuera volar. Como si volar fuera morir. Desperdiciar la vida en una cabina, compartir oxígeno reciclado por los pulmones de todos a los que veo. Veo las nubes y no puedo evitar recordar mi niñez, cuando realmente creía que algún día iba a poder volar y flotar sobre las densas nubes. A lo mejor ese día está por llegar, y me abordará con la esperanza extraviada y no me daré cuenta cuando suceda. A lo mejor ya sucedió en un martes cualquiera, y ni cuenta me di. A lo mejor ese miércoles que llovió todo el día pude volar, pero no lo intenté. ¿Cuántos milagros se me habrán escapado por no intentar? Maldito el día en que crecí, ahí se me murieron casi todos los sueños. En aras de la búsqueda del amor, se sacrificaron sueños, se taló la inocencia, el bosque de las creencias se quemó de tajo en un instante cualquiera ¿Cómo estamos seguros de que no somos capaces de resucitar?  A lo mejor eso es lo que sucede cuando nos besamos, ¿no?

Al aterrizar, cuando abren la puerta del avión, millones de partículas miniatura entran volando a conectarse con cada uno de nosotros. A recordarnos quienes somos. A inyectarnos la memoria, a ubicarnos, a gritarnos que el tiempo no paró, a burlarse de que el tiempo incluso pasa mas rápido de lo esperado, que ese es el guiño del mal, entre más le entiendes más rápido morirás, la vida es un juego en el que seguro pierdes, como una competencia en donde quien se acerque a la meta será liquidado. Los juegos del hambre son una mierda comparado con esta vida.

Por otro lado a veces me asalta la idea de quedarme atorado en el tiempo. Me encantaría quedarme atorado en un tiro libre. Ser el tirador en un partido de una Copa del Mundo, con la emoción previa, con el morbo, con la indecisión de tirar por arriba de la barrera o al poste del portero, de centrar o tirar, con los ojos del estadio sobre mi, con el mundo dividido viéndome, unos deseando mi acierto, otros mi fallo. Que en mi pie se definiera la infelicidad de muchos, el éxtasis de otros tantos. No sé por que me es atractivo quedarme detenido en algún momento celebre de la historia. Quizá es el placer de darle la contra al tiempo y no avanzar.

Y si cada beso es un reinvento, ¿si al besar cambio de ser? Algo me mueve y soy alguien más. Y nos andamos moviendo en base a besos. Los besos nos mueven. Vivimos en un tornado de besos.Y si jamás hubiera fallado un penal. ¿Y, si jamás la hubiera conocido?  ¿Y, si mejor nunca la hubiera visto? ¿Y, si portara el diez en mi camisa, en lugar de el tatuaje de mi brazo? ¿Y si no hubiera fallado cuando estuve solo frente al portero? ¿Por qué cruzado? ¿Y si Jesús se hubiera defendido? ¿Y si me hubieran explicado como exactamente nos benefició su muerte?

Me vale madre el lunes, lo que no puedo controlar es el dolor de garganta.  No la extraño. Me gustaría controlarte a ti, maldito tiempo. Estúpido y sensual tiempo. Brincarme las tardes de enfermedad, las noches brillantes, las mañanas con cruda moral. Moverte a mi placer, como la cremallera de mi viejo jeans. Que estuvieras a mi merced. Que la vida no fuera como una gripa. Que las sonrisas no fueran efímeras. Que pudiera decidir a quien besar, en quien convertirme, que el tiro libre fuera gol, y que cada vez que la vea, siempre me sonriera.

Kato Gutiérrez  © 2014
@mrkato

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Esos segundos que extrañas.


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Escrito para ser parte del sueño de ayudar a que niños puedan ver.
Para @Nachito10, para Jonathan, para Alondra, para Destellos de Luz A.C. para que el amor triunfe.

 

No sabes lo que es apagar el despertador a las oscuras cinco de la mañana para ir a correr un domingo cualquiera, Nacho si. Tú no sabes lo que es solo ver destellos de luz, Jonathan si. Tú sabes lo que es ver el brillo del sol en las rocas de la montaña, él no.

¿Cómo describirías una sonrisa? ¿Cómo la platicas? ¿Cuál es el sentimiento? No encuentro fuerzas para describirle una sonrisa a un niño que jamás la ha podido ver. No encuentro valor para abrazarlo he intentar darle algo de esperanza, para intentar cuidar su corazón antes que el mío.

Nunca estuviste tan cerca de convertirte en un super héroe, pero en uno memorable, de esos que dejan huella en la vida de personas, no sólo películas. Estás a sólo dos clicks. Tu la tienes sencilla: dos clicks, unos segundos de generosidad, de amor, de esos segundos que extrañas. Nacho la tiene complicada, tan complicada que levantarse temprano es de los retos más simples de todos lo que enfrenta ahora, quien diría: el cigarro, el maldito cigarro. Su cuerpo extraña la nicotina, el recuerdo del placer de fumar la raspa la piel por dentro, comezón terca y constante, hasta pareciera que los pulmones se expanden hasta causar dolor, exigiendo humo en ellos. Las manos tiemblan, el cuerpo suda en reposo, está en un debate sin sentido pidiendo placer momentáneo, todo está relacionado a recuerdos del cigarro, del humo, del toque, del placer de meter humo al cuerpo. Tan rico. El Nacho no puede volver a hacerlo. O chiflas o cantas. O corres o fumas. O cumples el reto o fallas. O cambias una vida para siempre o siempre quedarás en el olvido.

Todos podemos empezar cambiando la propia, para luego osar cambiar la de alguien más. Nacho ha cambiado mucho. Tú puedes empezar cambiando la tuya, con solo dos clicks. Magos de excusas, lista de motivos para ni siquiera intentar. Jonathan a lo lejos escucha callado. Pinta una débil sonrisa en su cara salpicada por algo de ilusión, no entiende como es que pronto podrá ver. Tú no entiendes porque no se había hecho algo antes. Y no entendemos porque se nos complicó tanto ser felices. No entendemos cuando dejamos de pensar en los demás. No supimos cuando cambiamos de camino, de canal y de sintonía, pero al parecer nos equivocamos. Jonathan toma lo que la vida le da, y espera callado, espera sonriendo entre Destellos de Luz.

Uno, cinco, diez, treinta, cuarenta y dos kilómetros. Los que sean al correrlos se sienten eternos. Los músculos reclaman, los huesos truenan, el oxígeno desaparece de tú ser, falta tiempo, sobran motivos para parar. La mente se aburre de escuchar los reclamos de cada parte del cuerpo. Y ni la mente, ni el cuerpo, ni el espíritu sabe el motivo de seguir moviendo el cuerpo, de correr, de llegar, de vencer, de alejarte de la muerte viviendo cada paso más fuerte. ¿Tú cuantos has corrido? ¿Cuántos días has pasado en la oscuridad? ¿Y si un paso tuyo le ayudara a alguien, lo darías?  Nacho avanza, muchos niños lo esperan. Venga Nacho, duerme, sueña, corre, cumple, vence. Nacho va a correr un maratón para lograr fondos para una cirugía que le de la vista a Jonathan. A ti también te esperan muchos sueños, muchas deudas, muchas cosas por hacer. Hoy tu no tienes que correr un maratón, solo tienes que unirte a este sueño, estás sólo a dos clicks de distancia: https://fondeadora.mx/projects/reto-epix

¿Y si correr un maratón le daría la vista a un niño, lo correrías?

Kato Gutiérrez © Mayo del 2014

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El rock de la esperanza.

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Escrito para ser parte del sueño de ayudar a que niños puedan ver. Para ti, para Nacho, para Jonathan, para Alondra y los que siguen, para que el reto Epix trascienda aún más.

 

Hay noches que te acuestas sin ver las estrellas. Hay mañanas que pasan sin que voltees a ver el sol. Hay momentos que no piensas en el hoy, el futuro te ciega. Das por un hecho cada respirada, cada gozo, cada sonrisa, cada mirada. Hoy piensas solo en ti. Batallas para encontrar un segundo dedicado al prójimo: un día, mañana, cuando crezca, cuando tenga dinero, cuando tenga tiempo, cuando encuentre el medio adecuado, cuando sea mejor. Y los anhelos se te siguen cayendo. Y cada noche bailas menos. Y cada día besas menos, confías menos, sonríes menos, cada vez las tormentas duran más. Cada vez los grises son mas intensos, las nubes mas espesas y los colores mas esporádicos. Extrañas a quien eras, aún más en quien soñabas convertirte. Se pierden los amigos, se nublan las sonrisas. ¿Dónde estas? ¿Dónde está quien eras? Los años pasan como días, respiras más rápido, amas menos. Tu catalogo de excusas crece cada lunes. Temes a diciembre porque recitaras las mismas ilusiones vagas, mentiras tradicionales. Fácil ceder a la monotonía. Lluvia de motivos para ser como todos, para no reaccionar, para no gritar, para no ir tras lo que siempre quisiste. Total, un año más que pasa, cincuenta y dos semanas en blanco.

Y la espera de algo que pinte tu vida sigue. En espera de que brille el sol. Crees que todos los mundos giran como el tuyo. Pero ni la luz de la luna se mira igual. Aun en estos tiempos, hay valientes, hay soñadores, hay espíritus rebeldes, que aunque sea un poco tarde, explotan, coinciden y los sueños empiezan a construirse, a veces sin que se den cuenta los participantes. Hace poco varias historias se cruzaron, una misma noche varios destinos se rozaron, bellos acordes de esperanza resonaron en varios niños, el rock de la esperanza estaba empezando a sonar. Una noche de concierto, una noche de amigos, declaraciones, sueños y las ganas de cumplirse a sí mismo, explotaron. Dale Nacho, tu puedes. La misma noche Jonathan se dormía con tristeza en su corazón, quizá al día siguiente ya no pudiera ver. Lo que para uno parecía temprano, para otro podría ser tarde. La siguiente mañana quizá solo habría nubes negras para él niño. ¿Qué importa todo, si no pudiera ver el resto de su vida? ¿Cuánto por el don de la vista? ¿Cuánto por ser un super héroe? ¿Cuánto por un super poder? ¿Cuánto por ser lo que siempre soñaste? ¿Cuánto por que hoy sea el mejor día de tu vida? ¿Cuánto? ¡Cuánto! ¿Cuánto?¿Cuánto? El eco de los gritos, retumbaron. Conciencias coincidieron. El futuro se vino una noche. Dale Nacho, no todo es rock and roll. Dale Nacho, no todo es música. Y Nacho sintió, hizo un alto en su gira, su torbellino de vida paró y tuvo el valor para contestarse, para preguntar ¿Cuánto? ¿Cuánto para ayudar, como si fuera película? ¿Cuánto para ser feliz? Y las respuestas llegaron disfrazadas rápidamente.

Un reto. Un maratón. Una cantidad de dinero que juntar. Una cirugía que le cambie la vida a un niño. Aguanta Jonathan, ahí vamos. ¿Cuánto vale dejar de fumar? ¿Cuánto vale levantarse antes que el sol a correr? ¿Cuánto vale cada kilómetro corrido? ¿Cuánto vale una sonrisa? ¿Tienes el valor de tocar vidas? Cómo dice la canción de Los Claxons, donde Nacho es vocalista: En estos tiempos que se prestan para dar. ¿Qué tanto valor tienes para amar? Un maratón puede ayudar. El reto Epix. Nacho corre el maratón de San Diego en tres horas y cuarenta y cinco minutos, y Epix paga la cirugía de Jonathan. Un trago por Epix. Dale Nacho, corre, corre. Las alegrías siempre vienen en guirnaldas, nunca solas. Con esfuerzos honestos, los karmas se alinean. Destellos de Luz A.C., doctores, familia, amigos, empresas, y tu, ¿y tú? ¿Y, tú? ¿Y, tú? Tú momento es hoy. Jonathan no es el único que necesita una cirugía para poder ver. El reto se expande. El reto nos reta. El reto te grita a ti, ¡en tu cara! Hoy el reto es de todos. ¡Dale! El reto es de al menos dos cirugías: Jonathan, Alondra, y varios niños más, que jamás han podido ver los colores de un amanecer, el cuál el de hoy ni volteaste a ver. Corre ahorita, sal, voltea al cielo, ve los colores, vive el amor y únete al reto Epix-Nacho-Tuyo-De los niños-De todos.  De rockstar a maratonista. De dormir cuando quieras a dormir ocho horas. De tomar lo que fuera a tomar agua. De apagar el cigarro. De correr a diario. De dietas, de pesas, calles, albercas, estiramientos, sudor, madrugadas. De dolores, de miedos, pero nunca uno tan grande como el miedo a no ser lo que soñaste.

Hoy es nuestro momento, mañana no sabremos si nos podamos ver. A Nacho le quedan muchas madrugadas por correr, cientos de kilómetros de preparación para el primero de Junio correr los cuarenta y dos kilómetros del maratón. Kilómetros mágicos que podrán dar la vista a Jonathan. ¿A ti que te queda? ¿Cuál es tu reto? Para arrancar, tu puedes unirte a la magia, al reto, y puedes aportar desde un peso para que más niños puedan recibir la cirugía, para que más niños puedan ver este mundo. Checa las redes sociales de Nacho @nachito10 / yosoyviernes.com y ve a fondeadora.mx ahí puedes donar desde un peso hasta lo que gustes y a cambio recibes recompensas, entre ellas un concierto privado del Nacho. Dale, tú. Corre con él, corre por ellos. Tú puedes. Anímate. Que suenen guitarras, que suene la batería, gritemos, cantemos, bailemos que estamos vivos.

Un acorde mágico. Un acorde que cambie tu vida, la de otro ser. Dale, tócalo, estás aquí para eso. No dudes, no hables, toca, piensa, vive, ve. Sonríe que ayudar al necesitado es el mejor acto de amor, es el mejor abrazo, es mejor que flores en febrero. El plan perfecto es amar.

Kato Gutiérrez © Abril 15 del 2014
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Imagen cortesía de: http://www.yosoyviernes.com